Pensamiento Visual y pijamada
Cuando los niños nos enseñan

El año pasado, mientras me preparaba para impartir uno de mis talleres de pensamiento visual, recibí una inscripción que me sorprendió. 

Tres primos, de entre 11 y 14 años, se habían anotado para participar. Uno de ellos ya cursaba el primer año de liceo, mientras que los otros dos aún estaban en la escuela primaria. La madre de uno de ellos les había propuesto esta actividad como algo divertido y novedoso para hacer juntos durante una pijamada de viernes, seguida del taller el sábado por la mañana.

Debo confesar que, al principio, me puse un poco nerviosa. Este taller estaba diseñado, según mi criterio, para jóvenes adultos o adultos. Pero la idea de tener a tres preadolescentes entre los participantes me llevó a hacer algunos ajustes. 

Decidí enfocarme en historias que pudieran inspirarles y adaptar el contenido para hacerlo más accesible y relevante para ellos.

Lo que sucedió durante esas tres horas de taller fue una revelación para mi. 

El tiempo voló y, casi sin darnos cuenta, llegamos al final. Entre galletitas y chocolatada, fuimos explorando el mundo del pensamiento visual de una manera que, para mi sorpresa, resonó profundamente con ellos.

Al concluir, les hice unas preguntas para conocer su opinión sobre la experiencia. Uno de ellos, con la sinceridad y frescura que solo los niños pueden tener, me dijo: "No entiendo por qué enseñás esto a los más grandes, somos los niños los que necesitamos saber esto para ayudarnos a estudiar. Además, es divertido, porque a mí me gusta dibujar cómics y esto me sirve mucho."

Hasta ese momento, no me sentía completamente segura de enseñarles a los niños; no porque dudara de lo útil y necesario que es para ellos, sino porque creía que debía ser extraordinaria para captar su atención. 

Pero descubrí que el contenido por sí solo tenía la magia que necesitaba.

Una experiencia divertida y práctica

Muchos padres, como la madre de estos chicos, buscan constantemente maneras de hacer que el aprendizaje sea más atractivo para sus hijos. Saben que los métodos tradicionales a menudo resultan aburridos y poco efectivos, especialmente para aquellos niños que necesitan algo más que libros y lecciones tradicionales para captar su atención. 

Aquí es donde el pensamiento visual puede hacer una diferencia crucial.

Los niños que encuentran dificultades para concentrarse o que se aburren fácilmente en clase pueden beneficiarse enormemente de un enfoque visual.

 El pensamiento visual convierte el aprendizaje en un proceso interactivo, lleno de códigos personales, formas y narrativas que capturan su imaginación y los involucran activamente en su propio proceso de aprendizaje.

Un nuevo camino

La observación de ese niño sobre cómo el pensamiento visual le ayudaba a dibujar cómics fue un recordatorio de que, para muchos niños, el aprendizaje no tiene por qué ser una tarea ardua. Puede ser divertido, creativo y, lo más importante, relevante para sus intereses personales. 

Este descubrimiento me abrió la puerta a un nuevo camino, uno en el que puedo acercarme a los chicos de una manera más lúdica y cómplice, utilizando el pensamiento visual no solo como una herramienta educativa, sino como una manera de conectar con sus pasiones y talentos innatos.

Apropiarse del conocimiento

Al introducir el pensamiento visual desde una edad temprana, podemos equipar a los niños con habilidades que no solo les ayudarán a estudiar, sino que también les permitirán explorar su creatividad y desarrollar una relación más positiva con el aprendizaje.

Brindándoles herramientas para que puedan apropiarse del conocimiento, crear su propio material y adaptarlo a su forma de ver y entender. 

Ganando autonomía en ese proceso, porque involucra su creatividad y  destreza manual para hacer que los conceptos sean tangibles y perduren en su memoria visual.


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